jueves, 22 de diciembre de 2011

Una extraña historia de Navidad



En un país muy lejano, existió un empresario. El tenía todo el dinero que alguien hubiera querido, y aun más.  Durante años se dedicó a ensanchar sus bancos y su estoma hasta que no hubo nadie en ese lugar que fuera más prospero que él. Su mayor negocio era la mensajería, que había fundado desde hace 30 años, y era tal su poder que poseía  puestos de repartición hasta en los lugares más recónditos de ese planeta.


Una mañana fría, su contador fue a visitarlo a una de sus innumerables mansiones. Salió de un solo saltó de la elegante limusina, que le había dado la empresa, pare tomar las escaleras de mármol de la entradas. Por tanta prisa, casi se estrella en las dos inmensas puertas de ébano de la casa. Tocó desesperado la aldaba de oro en forma de león para que uno de los muchos sirvientes, de su cliente, la abriera. Tomo unos cuantos segundos para que el hombre cruzara la hermosa estancia y llegara a las escaleras, mientras dejaba una estela de papeles  con cuentas volando por todo el salón.


Exhausto, y con la respiración entrecortada, entra a la habitación, amueblada estilo Luis XVI,  hacia la lujosa cama donde su cliente dormía. El inmenso estomago del señor Crauz era lo único que se podía ver entre tantas cobijas, edredones y almohadas, que a pesar de que eran las 3 de la tarde, cobijaban al poderoso empresario. Las piernas del flacucho contador chocaban constantemente, ya que Crauz, a pesar de su aspecto angelical cuando dormía, era el mismo demonio al tratar asuntos de impuestos y  considerando la seriedad de la noticia temía por su vida.


En un instante, el diminuto individuo tomó fuerzas de lo más profundo de su ser, y después de tomar un trago de saliva, pronunció: -¡Señor Crauz! Le tengo malas noticias-. 


El corpulento alemán se levantó de su cama, golpeando al aire por estar perturbado por un sueño, y al ver a Alexis, su contador, gritó: -¿Qué es lo que quieres a estas horas? ¿Qué no te he dicho que los negocios solo se ven en la oficina?-. Con la impresión Alexis se fue de espaldas, y en el suelo, empezó a buscar en su portafolio un papel que tenía varias insignias policiacas. Al encontrarlo se lo mostró en la  cara de Crauz mientras, con una voz entrecortada, dijo: -Todo lo que tiene ha sido embargado por el fisco-.
Durante las siguientes horas Crauz escuchó como su imperio se cayó en mil pedazos por evasión de impuestos desde hace 20 años, sus amigos en los puestos altos lo habían dejado por miedo al escándalo que se avecinaba, también,  todas sus cuentas habían sido congeladas y que dentro de semanas el juicio para dejarlo en la calle iba a ser precedido por el incorruptible juez  Jhonson.


Todo se había perdido, y mientras su vida de lujos pasaba por la mente de Crauz, se dejo caer en un sillón cerca de la chimenea. La nota se resbaló de sus rechonchos dedos. Alexis recogió algunos de sus papeles que estaban dispersos en la habitación y por un momento se le iluminó su rostro  y exclamó: – ¡Ya sé cómo podemos solucionar su problema!,  porque como usted sabe, nadie es incorruptible y todos tenemos un precio-.

Continuara...

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