miércoles, 21 de diciembre de 2011

¡No soy un Grinch!



Aunque muchos de ustedes, en forma burlona, digan que si me parezco no quiero que con este escrito confirmen sus sospechas. Pero el hecho de que una navidad se mida por cuantos regalos te dieron, y la marca de ellos, o cuanta y cual comida hayas devorado hasta que el botón de tu camisa haya salido disparado como la bala más mortífera o la competencia despiadada de quien tiene la mejor decoración se me hace una pérdida de tiempo.


Una amiga mía tiene una cierta aversión hacia el viejito panzón rojo y creo que la empiezo a entender. Nos enfrascamos con la idea de que estas fechas tenemos que estar en la cocina durante todo el día y hacer filas interminables en las tiendas para que estas fechas tengan un significado. 

Nos hemos dicho a nosotros mismos: -¿Qué importa que alguien nació hace mucho tiempo para morir por mí?- o si eres ateo: -¿hay algún inconveniente con que ya no reflexione con lo que he pasado en el año y no disfrute a mis familiares?- y a una voz los dos grupos dicen: ¡La verdadera navidad se mide por cuanto beba, coma y reciba! Eso es lo que importa-.

Cuando era joven mi situación económica, y la de mi familia, no era buena, es más, te puedo decir que el de todos mis familiares era parecido. Pero en mi niñez y mi juventud no recuerdo una navidad en donde no saliéramos todos con un dolor en el estomago y el los cachetes de tanto reir por convivir todos juntos. Ahora que la economía es mejor para todos, la navidad se transformó en un comercial mercadotécnico. Creo que después de todo, al extrañar esas fechas pasadas y desilusionarme de estas me he convierto en un Grinch. Que ironía. 

Frase del día:

 “¿El año nuevo te regala vidas nuevas? o ¿Te las venden?... ¿Puedo comprar una?” Yo también quisiera una y si es a 18 meses sin intereses, mejor.

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