sábado, 12 de noviembre de 2011

Cuento: El centavo


Frase del día: “Yo te quiero aunque no seas monedita de oro” Palabras de Rico MacPato a una moneda de bronce


Hace muchos años nací yo, una moneda de un centavo, entusiasmada por lo prometedor de la vida que se me proyectaba en mi futuro. Conocer gente nueva, visitar localidades de  la república y tal vez  hasta naciones.
Una enorme caja la sacó de la caja en donde estaba y se la dio a un sujeto con un bigote muy extraño y un sombrero de bombín, este la tomo y la vio detenidamente, la moneda no dejo pasar la oportunidad de mostrar su hermosura y fulgor.
Después de la demostración el bigotudo sonrió y metió a la brillante moneda a su bolsillo para llevarla consigo. Pasaron los minutos y el centavo se percató del sonido de otras monedas chocando una con otra en la misma bolsa, así que ansiosa de conocer nuevas amigas, y de que le platicaran sus excitantes vivencias de este empleo de ser moneda fue hacia el otro lado de la bolsa.
Lo que vio estaba muy lejos de lo que se imaginaba, monedas grandes y pequeñas sucias casi negras por el oxido, además de desgastadas o mutiladas de algunas partes… esto para ella fue como ver una escena de cadáveres vivientes.
No se aproximo mucho, pero si lo suficiente para escuchar su conversación. La más grande de todas siguió la plática: -Es lamentable lo que le pasó a mi amigo, ya que lo lanzaron a un rio y nadie más lo volvió a ver- la as oxidada replicó: - Al menos tuvo una muerte digna, yo por mi parte,  estuve 8 años en una fuente, todo por tonto ritual de buena suerte…¡ Espero que le haya dado suerte porque por mi parte no tuvo nada de eso!- y empezó a llorar inconsolablemente. Una de las deformes se le acercó para consolarla diciendo: -dichosa tú que solo es oxido lo que tienes de pesar amiga mía, a mi me pasó un caballo encima en una calle empedrada, desde ese entonces tengo este monstruoso aspecto-.
El centavo no podría creer que el costo, de todo lo que había soñado, sería tan grande y estaba aterrada de su destino.
Al llegar el dueño de las monedas a su casa llamo a su hijo. El sonido de sus pequeños pasos resonaba en la habitación. Metió la mano y le entregó la moneda de centavo por motivo del cumpleaños del infante. Dicen que en los instantes donde detectas más peligro las cosas pasan más lentamente, y para el centavo así fue, ya que veía como era poco a poco entregado a las manos más pequeñas mientras que en la bolsa las otras monedas le gritaban que corriera y protegiera su existencia  y no sabía qué hacer.
En un instante, al caer a las manos del pequeño saltó hacia el suelo de madera y rodó hacia ningún rumbo, mientras sentía atrás del las pisadas que lo perseguían, hasta que encontró una hendidura en la madera donde meterse y entró. Los dedos  del infante trataron de alcanzarlo pero aunque no pudieron alcanzarla y lo siguiente que se oyó fue su lloro por toda la casa.
Durante los primeros 10 años el centavo estaba feliz por tener más suerte que sus demás compañeras y todos los días pasaba imaginando de que malas experiencias había evitado por estar hay mientras se frotaba con la madera para no perder su brillo original.
Pasaron 150 años y el centavo moría de soledad. Sentía que esta soledad es aun peor de todo lo que hubiera pasado. No hacer lo que a él le gustaba, a pesar de las consecuencias, era lo que todos los días lo atormentaba hasta que un día se escucho como toda la casa se venía abajo y unas personas entraron con picos y palas. Al parecer iban a tirar la casa. Centavo, ayudado por los golpes que hacían al piso, salió de su escondite y se dirigió, rodando, hacia la bota de uno de los tipos que hacían tanto escándalo. Mientras se desplazaba no podía sacar de la mente las desgracias que tuvieron las otras monedas al salir al mundo, pero todo ese precio valía la pena si era ara alcanzar su sueño.
El constructor sintió el pequeño golpecillo en su pie y miró al suelo y se percató de la pequeña moneda que giraba en el suelo, así que la tomó y la puso en su bolso. El centavo sintió la emoción que tuvo hace ya 150 años y al sacarla de ahí se encontró con un señor que la examinaba con unos lentes con muchísimo aumento.
Lo que después sucedió ni ella se lo puede creer en estos días, ella era una moneda de colección y en estos días era sumamente valiosa. A viajado por todo el planeta por todo el mundo conociendo a gente nueva que la admiran detrás de una vitrina. Todo esto se perdió por no arriesgase a hacer lo que le gustaba pero también aprendió que nunca es demasiado tarde para hacer lo que tu corazón te manda.

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