lunes, 26 de septiembre de 2011

Un muerto en la acera


Existe un muerto en la acera. Su posición te da tristeza y compasión. Fue un fin atroz.
Porque a pesar de que las heridas todas hacia un punto vital el pobre diablo tuvo la mala suerte de ser resistente.

Los periódicos lo exhibirán como  el fenómeno del día, que ocupe la primera página en su mundo amarillista.

Se presume que fue alguien cercano a él. Tanto que pudo estar tan próximo para hacer este atentado sin que la víctima se diera cuenta que fue traicionado y que su vida fue espantada por alguien que quería.

Su cuerpo está en una posición fetal, por el dolor que debió de tener antes de partir. Sus manos, presionaban la herida fatal, como tratando de que la sangre no se esparciera tan rápido como tratara de sujetar el alma que se le salía poco a poco dejándolo cada vez mas frio.

Sus ojos miran hacia arriba perplejos en la posición en la que suponemos que estaba el perpetrador. Los gestos de su cara demostraban una rara combinación de sorpresa, miedo y angustia.  Pero ¿Sabes que es lo que sucedió? Yo te lo diré:

La mujer que mas amaba en un arrebato inesperado disparó su arma justo en el momento que el incauto abría sus brazos para recibirla. Todos los proyectiles dieron justo en el corazón como lluvia de tarde en una vasija.

Ella se acercó al moribundo y él al verla observándolo con el arma en una mano y la sonrisa en sus mejillas grita: -¡Por que me haces esto si yo te amo!-  ella limpia el arma y la arroja lejos de la escena, da media vuelta y pronuncia: - Disculpa pero me he dado cuenta que solo podremos ser amigos- y se despide agitando su mano.

¿Por qué se a detalle todo esto? Porque ese infortunado soy yo. Y este es mi último pensamiento antes de partir porque tú me mataste con tus acciones y tu partida.

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