Existe un muerto en la acera. Su posición te da tristeza y
compasión. Fue un fin atroz.
Porque a pesar de que las heridas todas hacia un punto vital
el pobre diablo tuvo la mala suerte de ser resistente.
Los periódicos lo exhibirán como el fenómeno del día, que ocupe la primera
página en su mundo amarillista.
Se presume que fue alguien cercano a él. Tanto que pudo
estar tan próximo para hacer este atentado sin que la víctima se diera cuenta
que fue traicionado y que su vida fue espantada por alguien que quería.
Su cuerpo está en una posición fetal, por el dolor que debió
de tener antes de partir. Sus manos, presionaban la herida fatal, como tratando
de que la sangre no se esparciera tan rápido como tratara de sujetar el alma
que se le salía poco a poco dejándolo cada vez mas frio.
Sus ojos miran hacia arriba perplejos en la posición en la
que suponemos que estaba el perpetrador. Los gestos de su cara demostraban una
rara combinación de sorpresa, miedo y angustia.
Pero ¿Sabes que es lo que sucedió? Yo te lo diré:
La mujer que mas amaba en un arrebato inesperado disparó su
arma justo en el momento que el incauto abría sus brazos para recibirla. Todos
los proyectiles dieron justo en el corazón como lluvia de tarde en una vasija.
Ella se acercó al moribundo y él al verla observándolo con el arma en una mano
y la sonrisa en sus mejillas grita: -¡Por que me haces esto si yo te amo!- ella limpia el arma y la arroja lejos de la
escena, da media vuelta y pronuncia: - Disculpa pero me he dado cuenta que solo
podremos ser amigos- y se despide agitando su mano.
¿Por qué se a detalle todo esto? Porque ese infortunado soy
yo. Y este es mi último pensamiento antes de partir porque tú me mataste con
tus acciones y tu partida.
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