Cuenta la leyenda que vivía un ermitaño en una colina en donde era casi inaccesible de
llegar. Para las personas de la región no
había persona más preparada que él, ya que, el presumía de tener la fuente de
todo conocimiento.
Multitudes de todo mundo iban a consultar su sapiencia y a
absolutamente nadie había salido de su morada sin alguna respuesta a las
preguntas que los aquejaban.
Un día un matrimonio subió el peligroso camino para ver al
renombrado personaje. Tardaron 3 días en llegar y el esposo se acercó hacia la
multitud que rodeaba una pequeña silla,
donde el anciano daba las soluciones a toda esa gente.
Por fin le toco la oportunidad del cansado viajero y le cuestionó
la duda que aquejaba su alma. Todas las personas enmudecieron ante tal
dificultad y pareciera que la reputación de la celebridad quedaba en juego. Las
miradas fijas estaban sobre el saco de huesos, el cual solo cerró los ojos,
como si pareciera que la bandera de la derrota fuera levantada. Aspiró una gran
bocanada de aire y dijo: -Una gran pregunta. No sé si es una prueba para ponerme en evidencia, pero te demostraré que
todo el conocimiento es mío - y escribió en la arena un listado de pasos para
resolver el complicado problema.
Todos quedaron perplejos ante tal respuesta y se escucho un
gran júbilo, exclamando que no había nadie que se le compara, y así el aliviado
esposo se disponía a regresar a su hogar pero su pareja insistía que quería
probar al viejo, para demostrarle que su presunción era exagerada. El anciano
escuchó y con una risa dibujada en su boca pidió que se acercara la pequeña
insolente.
La pusieron a su lado y el viejo preguntó cuál es la prueba
que le haría, pero que se diera cuenta que toda la gente que tenía a su
alrededor le había resuelto sus dilemas,
así que lo más seguro que quedaría en ridículo.
La morenita y fina mujer hizo caso omiso a la advertencia y cuestionó: -¿Por qué el conocimiento no se
puede medir?- . Extrañado por tal pensamiento el sabio repuso: -Pues supongo que es porque
nadie había tenido el interés de medirla formalmente, pero ahora que lo
cuestionas podríamos suponer que yo, al ser el más inteligente de todos, sería
la medida universal del conocimiento completo y los demás se medirían por que
tanto saben como él- una risa salió de la fémina y contestó: -no podría ser
usted por dos grandes razones. El saber viene por aprender de la experiencia de
los demás, ya que, cada vivencia te enseña algo nuevo. Usted al estar aislado
de los demás a ocasionado que se prive de todo ese conocimiento. La segunda razón
es que las personas que más saben no son las que contestan las preguntas, sino
las que las hacen por sed de saber más-.
La noche a caído por esa región y al pueblo llega la pareja
que se fue en busca del conocimiento, pero para extrañeza de los que lo reciben
alguien lo sigue. Es el anciano que desde ese día vivió con ellos y desde ese
entonces se le vio platicando con todo el que le cruzara en su camino y cuestionando
todo para así poder llegar al conocimiento absoluto.
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