Frase del día: “No veo que lleguemos a algún lado, pero al
fin y al cabo el tiempo que corre es el tuyo” Palabras de un taxista mientras
ve su taxímetro
Un señor, algo inquieto, hace la parada a un taxi a la media
noche. Su extraño semblante no hizo mucho en que pensar al despreocupado
taxista, ya que, el supuso, que era alguien perdido a estas altas horas de la
noche y que su angustia provenía en considerarse en peligro en el vecindario en
donde le hizo la parada. Su facha apoyaba esta teoría porque su vestir era
sencillo, despreocupado, unos lentes de fondo de botella y un bigote mal
recortado daba la apariencia que en su vida jamás había matado a una mosca.
El pasajero indicó precisamente por donde desplazarse y el
taxista siguió las indicaciones. El Chofer, acostumbrado a provocar platica en
su carrito, lanzo un par de preguntas a su compañero ocasional pero este no le
puso mucha importancia. Estaba encorvado en su asiento y jugueteaba,
nerviosamente, con sus dedos frotando uno a uno. Un sobre salto embargó al
cliente e indicó que lo dejara en la siguiente esquina, el conductor apiadándose
de él supuso que no tenia más dinero para llegar hasta donde le había indicado,
así que accedió a cobrarle lo que trajera.
Ante tal amabilidad el señor soltó a llorar y a pegar en su
propio asiento, el carro se detuvo, volteo el chofer y pidió una explicación. –
Verá usted, yo soy un asaltante- soltó una leve sonrisa irónica y prosiguió –
bueno eso quería hacer ya que usted seria mi primera persona, pero ya no lo
quiero hacer. Mi esposa tiene una enfermedad que la está acabando y hace dos
meses que no tengo empleo. Mis ahorros ya no existen y por ello pensé que esta
era la única forma de solucionar mis problemas pero no quiero ser un ladrón- y después
de dicho esto empezó a llorar amargamente.
Después de unos minutos el improvisado ratero sintió la mano
pesada de quien quería asaltar, pensó que lo más seguro es que tomaría justicia
por tratarle de hacerle daño y trató escapar por una de las puertas pero era
demasiado tarde, el corpulento hombre lo había prensado su delgado brazo.
Todo estaba perdido… pero no pasó nada, es más, la risa de
quien lo apresaba se oía por toda la calle y después de calmarse un poco
agregó: - Mire amigo, yo soy el dueño de una flota de taxis, pero el que me
trabaja este vehículo renunció. Yo lo saque para que no se desperdiciara a
noche y el destino me lo a puesto en mi camino.
Así que le propongo un trato, usted trabaja mi taxi y además de su paga
yo me encargo de los gastos médicos de su esposa ¿Qué dice?- las lagrimas de tristeza
se convirtieron en alegría y después de ese instante la necesidad no volvió a
tocar su puerta y la amistad de estos dos dura hasta hoy.
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