En un país muy lejano, existió un empresario. El tenía todo
el dinero que alguien hubiera querido, y aun más. Durante años se dedicó a ensanchar sus bancos
y su estoma hasta que no hubo nadie en ese lugar que fuera más prospero que él.
Su mayor negocio era la mensajería, que había fundado desde hace 30 años, y era
tal su poder que poseía puestos de repartición
hasta en los lugares más recónditos de ese planeta.
Una mañana fría, su contador fue a visitarlo a una de sus
innumerables mansiones. Salió de un solo saltó de la elegante limusina, que le había
dado la empresa, pare tomar las escaleras de mármol de la entradas. Por tanta
prisa, casi se estrella en las dos inmensas puertas de ébano de la casa. Tocó desesperado la aldaba de
oro en forma de león para que uno de los muchos sirvientes, de su cliente, la
abriera. Tomo unos cuantos segundos para que el hombre cruzara la hermosa estancia
y llegara a las escaleras, mientras dejaba una estela de papeles con cuentas volando por todo el salón.
Exhausto, y con la respiración entrecortada, entra a la habitación, amueblada
estilo Luis XVI, hacia la lujosa cama
donde su cliente dormía. El inmenso estomago del señor Crauz era lo único que
se podía ver entre tantas cobijas, edredones y almohadas, que a pesar de que
eran las 3 de la tarde, cobijaban al poderoso empresario. Las piernas del
flacucho contador chocaban constantemente, ya que Crauz, a pesar de su aspecto
angelical cuando dormía, era el mismo demonio al tratar asuntos de impuestos y considerando la seriedad de la noticia temía
por su vida.
En un instante, el diminuto individuo tomó fuerzas de lo más
profundo de su ser, y después de tomar un trago de saliva, pronunció: -¡Señor
Crauz! Le tengo malas noticias-.
El corpulento alemán se levantó de su cama, golpeando al
aire por estar perturbado por un sueño, y al ver a Alexis, su contador, gritó:
-¿Qué es lo que quieres a estas horas? ¿Qué no te he dicho que los negocios
solo se ven en la oficina?-. Con la impresión Alexis se fue de espaldas, y en
el suelo, empezó a buscar en su portafolio un papel que tenía varias insignias
policiacas. Al encontrarlo se lo mostró en la cara de Crauz mientras, con una voz
entrecortada, dijo: -Todo lo que tiene ha sido embargado por el fisco-.
Durante las siguientes horas Crauz escuchó como su imperio
se cayó en mil pedazos por evasión de impuestos desde hace 20 años, sus amigos
en los puestos altos lo habían dejado por miedo al escándalo que se avecinaba, también,
todas sus cuentas habían sido congeladas
y que dentro de semanas el juicio para dejarlo en la calle iba a ser precedido
por el incorruptible juez Jhonson.
Todo se había perdido, y mientras su vida de lujos
pasaba por la mente de Crauz, se dejo caer en un sillón cerca de la chimenea. La
nota se resbaló de sus rechonchos dedos. Alexis recogió algunos de sus papeles
que estaban dispersos en la habitación y por un momento se le iluminó su rostro
y exclamó: – ¡Ya sé cómo podemos
solucionar su problema!, porque como
usted sabe, nadie es incorruptible y todos tenemos un precio-.
Continuara...
OK, ya estoy intrigado...
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