viernes, 8 de junio de 2012

La bella y la bestia Final


Regreso hacia  el pasillo, donde estaban las escaleras, y pudo ver a la bestia recargado en la pared con una mano y en la otra lo que parecía un cuchillo enfundado. La respiración del tipo era entrecortada y su postura encorvada. Todos los vellos, del  cuerpo de Laura,  se erizaron al ver casi la figura de un lobo mirando fijamente a su presa.  

Laura se lanzó hacia las escaleras de metal y empezó a subirlas desesperadamente mientras veía que una luz en sus pies subían las la estructura y dedujo que lo más seguro era la del celular de su captor.

En el tercer piso no podía más. El desgaste emocional y físico era demasiado, pero al recordar que su única esperanza para salvarse era a solo unos cuantos escalones  sacó  fuerzas de donde pudo y siguió un poco más. Llegó a su puerta y comenzó a buscar, desesperadamente, sus llaves. Mientras trataba de encontrarlas la luz que la perseguía en las escaleras era cada vez más intensa hasta que, en un instante, sintió la pesada mano que tocaba su hombro.

Todo estaba perdido, la exaltación había sido en vano y la salvación nunca llegó. Todo esto cruzó en la mente de Laura mientras cierra los ojos y deja que sus instintos la defiendan. Rasguños, mordidas y bolsazos son la arremetida ante la figura que cada vez parecía menos intimidante. Hasta que de repente un grito la saco de su trance: - Señora, soy el nieto de su vecina-.

Laura reconoce al joven, todo sudoroso, que la semana pasada la amable viejita le había presentado. De la calma pasó a la rabia y le dijo: - Maldito, casi me muero de un susto ¿Qué rayos pasa contigo? ¿Por qué me persigues?- el joven, cabizbajo solo le enseña la cartera que traía en la mano y dijo: - Es que mi abuela me encargó que fuera por usted para que no le pasara nada y en el camino se le cayó esto. Le estuve grite y grite pero no se detenía-. Avergonzada se disculpó y despidió al muchacho, entro a su casa y  tranquilamente empezó a reír.
Buscaba a su marido para contarle lo que pasó pero no lo veía por ningún lado. Botellas de cerveza  estaban por todas partes y había adornos y muebles destrozados. Sorprendida por la escena  miraba para todas partes buscando la razón de todo esto y en un instante sintió una cachetada que la tumbó al suelo. Mira hacia arriba y ve a su marido tambaleándose de borracho recriminándole cosas, diciendo lo engañaba y que por eso venia a esas horas y tan desarreglada. Patadas fueron lanzadas en varias partes del cuerpo de Laura mientras ella trataba de explicar, en vano, lo que había pasado. Llegó un punto tal en el que, antes de que cayera inconsciente, se dibuja una pequeña sonrisa mientras piensa la ironía que fue el que, hace unos minutos, huía de una bestia mientras ella la tenía en su propia casa.

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