Regreso hacia el
pasillo, donde estaban las escaleras, y pudo ver a la bestia recargado en la pared
con una mano y en la otra lo que parecía un cuchillo enfundado. La respiración del
tipo era entrecortada y su postura encorvada. Todos los vellos, del cuerpo de Laura, se erizaron al ver casi la figura de un lobo mirando
fijamente a su presa.
Laura se lanzó
hacia las escaleras de metal y empezó a subirlas desesperadamente mientras veía
que una luz en sus pies subían las la estructura y dedujo que lo más seguro era
la del celular de su captor.
En el tercer piso no podía más. El desgaste emocional y físico
era demasiado, pero al recordar que su única esperanza para salvarse era a solo
unos cuantos escalones sacó fuerzas de donde pudo y siguió un poco más. Llegó
a su puerta y comenzó a buscar, desesperadamente, sus llaves. Mientras trataba
de encontrarlas la luz que la perseguía en las escaleras era cada vez más
intensa hasta que, en un instante, sintió la pesada mano que tocaba su hombro.
Todo estaba perdido, la exaltación había sido en vano y la
salvación nunca llegó. Todo esto cruzó en la mente de Laura mientras cierra los
ojos y deja que sus instintos la defiendan. Rasguños, mordidas y bolsazos son
la arremetida ante la figura que cada vez parecía menos intimidante. Hasta que
de repente un grito la saco de su trance: - Señora, soy el nieto de su vecina-.
Laura reconoce al joven, todo sudoroso, que la semana pasada
la amable viejita le había presentado. De la calma pasó a la rabia y le dijo: -
Maldito, casi me muero de un susto ¿Qué rayos pasa contigo? ¿Por qué me
persigues?- el joven, cabizbajo solo le enseña la cartera que traía en la mano
y dijo: - Es que mi abuela me encargó que fuera por usted para que no le pasara
nada y en el camino se le cayó esto. Le estuve grite y grite pero no se detenía-.
Avergonzada se disculpó y despidió al muchacho, entro a su casa y tranquilamente empezó a reír.
Buscaba a su marido para contarle lo que pasó pero no lo veía
por ningún lado. Botellas de cerveza
estaban por todas partes y había adornos y muebles destrozados. Sorprendida
por la escena miraba para todas partes
buscando la razón de todo esto y en un instante sintió una cachetada que la
tumbó al suelo. Mira hacia arriba y ve a su marido tambaleándose de borracho recriminándole
cosas, diciendo lo engañaba y que por eso venia a esas horas y
tan desarreglada. Patadas fueron lanzadas en varias partes del cuerpo de Laura
mientras ella trataba de explicar, en vano, lo que había pasado. Llegó un punto
tal en el que, antes de que cayera inconsciente, se dibuja una pequeña sonrisa mientras piensa la ironía que fue el
que, hace unos minutos, huía de una bestia mientras ella la tenía en su propia
casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario