Llegó un momento en que, el disimulado paso apresurado, se convirtió
en una marcha a mayor velocidad. Los
tacones, en algunos momentos, se tambaleaban, por el mal estado del pavimento
de esa fría y oscura calle.
En eso, recuerda que su madre le había regalado un gas
pimienta para defenderse. Con alteración empezó a buscar, en el mar de objetos
que tenía, en su bolsa de cuero. Una y otra vez movía todos los objetos que contenía
para buscar el cilindro de metal con la tapa de plástico, pero nunca lo
encontró porque, al cambiar de bolso, no lo introdujo por no considerar importante
y que ocupaba un espacio importante que podría ocupar más pinturas.
Al no hallar su arma
de defensa personal solo encontró una cuchara, que utilizaba para enchinarse
las pestañas,, para poderse proteger . La escondió debajo de la manga de su blusa
y siguió su andar.
Desesperada, por no saber si de verdad estaba en peligro,
voltea hacia atrás, para verificar que
no pasara algún carro al cruzar la calle y aprovechó para ver el hombre de pelo
chino que estaba en su persecución. Solo pudo apreciar esa silueta. La cara no existía
entre la poca luz que había. Pero este indicio dio más temor a Laura por el
hecho de que la persona que se sospechaba de los asesinatos tenía el pelo de
esta forma.
Aun mas terror sintió al ver que la extraña sombra tenia
sosteniendo algo en su mano, que le pareció con lo que le podría hacer daño. Al
no tener ninguna duda en su mente de que
era una víctima dio vuelta en la esquina y estando fuera del alcance de la vista de su
captor se quitó las zapatillas y empezó a correr.
Unos metros pasaron para que se sintiera estúpida al hacer
todo esto, por producto de su imaginación, así que se detuvo un poco, y
recuperó el aliento, pero por un retrovisor, de un carro estacionado, vio al
hombre corriendo hacia ella. Inmediatamente continuó la carrera mientras
buscaba quien la pudiera ayudar, pero ni una sola alma se veía en las calles.
Su única esperanza era llegar a su unidad habitacional,
donde siempre estaba resguardada por 3 o 4 policías en la puerta. Entre mas era
su angustia tenía más ganas de gritar,
pero, el cansancio y el miedo no permitían que alguna palabra se entendiera y
fuera audible.
Lagrimas de desesperación salían de sus ojos en lo que Laura
trataba de no entregarse al pánico. De que, poco a poco, la bestia, que la
andaba persiguiendo, se acercaba mas y mas. Al llegar a la puerta no había ni
un policía, ni uno de los tantos que estaban apilados para recibir a los
invitados y que varias veces se le habían insinuado y pensó: - Ahora que los
necesito ¿no hay nadie?-. Ella no podía creer en su mala suerte y por un
momento no supo qué hacer. Su rostro estaba desencajado y sus ojos se abrieron más
que en toda su vida.
Pero una luz en su departamento hizo que de nuevo la
esperanza volviera al cansado cuerpo mientras razonaba: -mi marido me puede
salvar-. Tomó su celular y trataba de
marcarle mientras corría hacia los ascensores, pero no contestaba.
Maldiciones salían
de su boca en tanto tocaba desesperadamente los botones del ascensor, pero
recordó que, al no haber luz estos aparatos no podrían funcionar por lo que tendría
que caminar, por las escaleras, hasta el cuarto piso.
Ultima parte el día de mañana