Ella también había esperado a que tocara, mientras me
vigilaba por la mirilla. No supe qué hacer o que decir. Tantas conversaciones había
inventado durante todo este tiempo y solo podía verla, y pensar que, a pesar de
que su rostro estuviera en un velo de canas y arrugas, tenía la misma belleza
que recordaba.
Pasaron las horas en una plática interminable entre risas y anécdotas
de las personas que teníamos en común. Parecía que solo nos hubiéramos dejado
de ver algunos días. Ella me contó como había sido su vida, que se casó hace
muchos años pero no fue la mejor decisión, ya que, el que fue su esposo la
engañó con una ex compañera suya. Ella terminó viviendo con sus padres mientras
criaba a sus dos hijos. Ya con nietos y con una familia más estable confiesa
que tuvo una juventud difícil, hace una pausa dramática mientras una lagrima
rueda de su mejilla. Después de esto me mira a los ojos y trata de consolarse
diciendo que a mí me fue peor, porque, pareciera que me hubieran robado 30 años
de mi vida.
Sinceramente eso no me duele mucho. Lo que realmente me hace
sentir mal es que no estuve allí para ella. Hasta este momento supe que la quería mucho y que daría
todo por regresar a mis tiempos de joven y declararle mis sentimientos… pero
eso no es posible.
Solo puedo contestar su argumento con una sonrisa fingida y
un adiós, con la escusa de que ya era demasiado tarde. Al poner mi mano para
ayudarme a levantar este cansado cuerpo ella la tomó y me confiesa que estuvo enamorada de mí desde
el primer momento en que me vio. El escalofrió que recorre toda mi espalda hace
que me levante aun mas rápido. Todo el tiempo tuve la posibilidad de estar
junto a ella pero mis complejos no me dejaron verlo… hasta este momento
desperté y vi cual era la realidad entre nosotros.
Camino hacia el elevador con la cara roja de enojo y pena. Aprieto
el botón del elevador y las puertas se abren mientras se oye un grito
proveniente de su casa. Se me hace lógico pensar que me quiere detener para no
sentirme tan mal… pero es demasiado tarde. Doy el primer paso y veo que no hay
piso… estúpido anciano, no recordaste que no funcionaba el elevador. Caigo por
el obscuro agujero mientras escucho tus su voz con desesperación. Una sonrisa
aparece en mi arrugada cara al pensar que este debió de ser el mejor final después
del error de no poder confesar el amor que tenia hacia ti.
Vuelvo en mí y
escucho el incesante bip que monitorea
mi corazón. Al parecer este viejo tiene más vidas que un gato. Abro los ojos y
me encuentro en la sala de un hospital, pero esta vez más rudimentario que la
anterior… como en los años de mi juventud. Supongo que al haberse acabado el
dinero de la indemnización es para lo único que me alcanzó.
Al revisar si no había perdido nada en la caída parece que
mis ojos no pueden creer lo que están viendo. Mis manos ya no tienen las manchas
ni las arrugas que tenían con la edad… al parecer soy joven de nuevo.
De pronto siento que alguien toca la punta de mis dedos de
la mano derecha y volteo rápidamente para ver quién es. Mi alegría no pudo ser mayor al ver que era Lourdes,
tan joven como siempre, con sus manos y su cabeza recostada en mi cama mientras
estaba sentada a mi lado durmiendo plácidamente.
Sus ojos se abren asustados y me observan perplejos,
mientras grita de emoción lo alegre que se sentía el que estuviera bien después
de estar inconsciente por varios días. De pronto los abrazos cesaron y se
sintió un silencio incomodo. Lourdes se levantó de su lugar diciendo que debía de
avisar a una enfermera. Desesperado, tomo su mano para evitar que se vaya y le
digo: -Antes de que pase algo más quisiera confesarte un sentimiento que
pareciera que tengo atorado desde hace 30 años –
FIN