Un pájaro herido esta en el piso. Cansado de intentar volar,
está resignado a morir en ese lugar. El sol despiadado quema a pesar de que hay un
viento violento en toda esa playa de blanca arena en ese hermoso lugar. Pero el
pájaro no puede ver esa belleza, más bien, solo percibe lo que muy posiblemente
sería su último lugar en la tierra.
Desde la mañana está
tratando de retomar el vuelo, pero en cada intento, por más que mueva sus alas,
termina expulsada varios metros por el intenso aire. Ella a esperado a que se
calme, pero horas han pasado y no parece disminuir, hasta pareciera que está en
aumento.
Tantos golpes a sufrido por innumerables intentos, que solo está
resignada a morir por algún depredador o chamuscada por la deshidratación.
Resignada suspira y se pone boca arriba para admirar lo que algún día fue suyo…
el cielo.
Después de admirar el firmamento, por algunos minutos, pudo
observar a un ave surcando el cielo. Tapando el sol con las alas para ver mejor
pudo ver a la gaviota que pasaba por allí y pensó: -como es posible que alguien
pueda volar con semejante adversidad… ¡maldito!- y un quejido salió de su débil
cuerpo lo suficientemente fuerte para que la gaviota lo escuchara.
La gaviota bajó poco a poco, al lado del pobre avechucho, y
le preguntó: -¿Por qué me gritas? Yo no te he hecho nada-. El pájaro se
levantó, muy torpemente por la debilidad, y le dijo: - ¡cómo no quieres que te grite
si para ti es tan fácil volar con este aire tan fuerte y yo he tratado toda la
mañana de hacerlo! Solo porque eres más grande y fuerte que yo-.
La gaviota empezó a reír a carcajadas y le explicó que lo
que hacia la diferencia entre ellas dos no era el tamaño o la fortaleza, sino
que, su secreto era el aprovechar el aire en vez de pelear con él. Algunas
veces los problemas que más nos aquejan son porque los queremos combatir
mientras que no nos damos cuenta que son ventanas de oportunidad para tomar
nuevas alturas planeando ante la adversidad.
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