Un par de borrachos se ven tirados en medio de la afluencia
de la gente en una calle transitada. La necedad se oye por doquier, además de injurias
y platicas sin sentido habituales en alguien intoxicado por este líquido.
Palabras machistas junto a risas escandalosas son los que varias personas
detectan al pasar por esta desconcertante imagen.
Hay dos borrachos tirados en la calle y sus promontorios
estómagos son una bandera visual de que están allí a los transeúntes de que
pasan mientras están absortos en sus problemas y preocupaciones.
Su olor confirma su existencia entre
mezclándose en los perfumes de las personas de negocios, el aceite quemado de
la comida que vende a unos metros y la tierra mojada del parque recién bañado
con una lluvia espontanea.
Son amigos del licor yendo y viniendo en el cariño de
hermanos al odio encarnado. Pasan los minutos y pareciera que el tiempo se
detuviera para ellos dos que tienen conversaciones tan profundas y que no
recordaran al amanecer.